Flor de sombra

En la apariencia nada distingue a la maldad de la bondad. No hay estigmas diferenciadores. Sin embargo, puertas adentro, carne adentro, la cuesti?n es muy diferente.

Todos tenemos una sombra, dec?a Jung; pero no todas las sombras son iguales. Las hay verdaderamente tenebrosas, porque el mal no es una entelequia, sino una realidad constatable. Y esa maldad, si entra en el alma de una persona, la impregna de tal modo que tiene mucho que ver con una posesi?n: tiene memoria y empuja a esa alma no solo a permanecer cautiva, sino a profundizar cada vez m?s en la oscuridad. Hay personas que han tenido contacto con el mal, tal vez por una cuesti?n laboral o, quiz?, por ideales. En principio, tal vez ese contacto los repugn?, sintieron rechazo de lo que hac?an e incluso de s? mismos; pero, una vez que se atraviesan ciertos l?mites, ya no hay marcha atr?s y, lo que produc?a espanto, comienza a generar placer. Ese es el fruto de la sombra cuando se la cultiva. Flor de sombra. Lo siniestro, cuando se normaliza, se convierte en una fuente de poder, de placer, de superioridad sobre la v?ctima. Pero no es un placer gratuito. M?s temprano que tarde reclamar? el pago, y nadie tiene tantos fondos como para poder satisfacer esa factura.