La belleza de tu imagen

No debe ser f?cil, desde la perspectiva de los casi ochenta a?os, dirigirse a una nieta de doce, para tratar de explicarle la belleza de su juventud y las infinitas lagunas del mundo en que ambos viven; ?l, llegando a la colina desde donde, con m?s o menos facilidad, otear el horizonte hacia los cuatro puntos cardinales, hacia arriba -ese hipot?tico cielo donde el color azul celeste enga?a los sentidos, ocultando un gigantesco vac?o oscuro-, y hacia abajo, en el confuso interior de uno mismo.

El autor ama las aventuras complejas y, en esta ocasi?n -se trata de su obra n?mero cuarenta y dos-, intenta el triple salto mortal de abrir en canal su propia conciencia ante los ojos abiertos de una adolescente. Si en el grupo de sus lectores habituales y espor?dicos los hay que gustan de las novelas de amor, esta obra es un ejercicio que pone a prueba esos sentimientos que cualquier persona de bien anhela poseer en alg?n momento de su vida; si los hubiera de los que se conforman con narrativas sociales o con aventuras m?s all? de lo imposible, aqu? van a encontrar los beneficios de su af?n literario; si acaso buscan un libro que ara?e en eso que algunos llaman intelectualidad, el autor ha hecho un aut?ntico esfuerzo por mostrar cuanta cualidad cognitiva y racional poseen o han pose?do algunos seres humanos; pocos, por desgracia, tan s?lo una minor?a. El mundo actual y el que formar? el paisaje de su nieta cuando ?sta vaya creciendo, tiene demasiada prisa por llegar a ninguna parte. Los que creen en f?bulas se conforman con existir con la cabeza enterrada entre sus propias plumas. Los que no creen en nada se declaran agn?sticos aunque no sepan nada del agnosticismo. Y los que no saben ni contestan, seguir?n toda su vida mirando la televisi?n y gritando por los resultados del deporte que m?s les guste. Insisto: esta obra es una declaraci?n de amor, aunque, en su fondo, se asome -para quien sepa leer entre l?neas, o fuera de ellas-, el terror at?vico a ese monstruo de cien cabezas y mil brazos llamado ignorancia, aceptada como animal de compa??a.

Mientras escrib?a estas p?ginas, el autor se ha preguntado a veces qu? sentido ten?a dejar impresas estas reflexiones y estos peque?os hechos. Desde el m?s all? o el m?s ac?, recib?a entonces la voz grave de Lao Tse, susurr?ndole en la nuca: "Ser profundamente amado te da fuerzas, mientras que amar profundamente a alguien te da coraje". Por fortuna, Friedrich Nietzsche dej? escrito: "Todo lo que se hace por amor, se hace m?s all? del bien y del mal". Y eso salvar? a cualquiera que lea este libro.